La literatura de principios de siglo: el modernismo y la generación del 98

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Autor: mirka2
Typ práce: Ostatné
Dátum: 22.11.2021
Jazyk: Španielčina
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LA LITERATURA DE PRINCIPIOS DE SIGLO: EL MODERNISMO Y LA GENERACIÓN DEL 98

  1. España a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Contexto histórico, cultural y social

España entra en el siglo XX en franca decadencia y con graves problemas internos, heredados del siglo XIX. La vida política, a finales del XIX y principios del XX, sigue presidida por el turno de conservadores y progresistas en el gobierno. Fuera de estos partidos dinásticos, hay otros grupos: los carlistas, los republicanos y, más a la izquierda, los socialistas y los anarquistas.

La sociedad presenta, en su base, una gran masa rural y un proletariado industrial aún poco desarrollado (en Cataluña y en el País Vasco), en los que prenden doctrinas revolucionarias. Su pobreza contrata con el poder y lujo de la aristocracia y la alta burguesía, de posiciones muy conservadoras. Entremedias, hay una pequeña burguesía o clase media, a menudo descontenta y propicia al reformismo, aunque temerosa de revoluciones.

Los problemas económicos y sociales son graves, pero muchos españoles viven inconscientes. Unos trágicos acontecimientos vendrán a sacudir las conciencias más sensibles.

En 1898, tras varios años de guerra, Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las últimas colonias de España en Ultramar, conseguirán su independencia con la ayuda de los Estados Unidos: la escuadra española será destrozada en Santiago de Cuba y Cavite. Las pérdidas humanas y económicas son cuantiosísimas. Es el “desastre del 98”. Tales hechos hacen despertar a muchas personas: se cobra conciencia de la decadencia del país (antaño poderoso); se analizan sus causas, y se buscan soluciones.

  1. El Modernismo

Desde finales del siglo XIX, tanto en Europa como en América surgen corrientes renovadoras frentes a las tendencias vigentes. Ciertos jóvenes rechazan la realidad que les rodea y se muestran rebeldes e inconformistas contra el Realismo, que sea agotaba tras sus grandes frutos, y contra la poesía prosaica o hinchada de fines del XIX.

Al principio se llamo modernistas a todos estos escritores animados por esos impulsos renovadores. Posteriormente se reservó ese término para quienes se preocupaban especialmente por la estética y adoptaban posturas escapistas. Además se creó la etiqueta de “Generación del 98” para otros autores que se interesaban por analizar con espíritu crítico los problemas de España.

Los primeros signos de renovación poética aparecen a finales del XIX tanto en España como en Hispanoamérica; pero la primacía corresponde a los autores hispanoamericanos: hacia 1890 Rubén Darío y otros adoptan provocadoramente el mote de modernistas que les lanzaban despectivamente sus adversarios. Por entonces, estos escritores quieren distanciarse de la literatura realista vigente en España y vuelven sus ojos hacia otras literaturas, muy especialmente la francesa. Estos son los movimientos que influyen en ellos:

  • El Parnasianismo, interesado ante todo por la belleza y la perfección formal, pero no tanto por los contenidos humanos. Prefieren ciertos temas más propicios para el lucimiento como los temas mitológicos y la evocación de tiempos pasados o ambientes exóticos.

- El Simbolismo, que si bien no descuida la belleza, quiere ir más allá de lo puramente sensible para descubrir la realidad tras lo aparente. Para ellos la realidad esconde significaciones profundas y el poeta se propondrá descubrirlas y transmitirlas al lector. Se sirven para ello, entre otras cosas de los símbolos (imagen física que sugiere algo que no se percibe físicamente) Así, por todas partes verán símbolos: por ejemplo, el ocaso puede simbolizar decadencia o muerte; el camino simbolizará el vivir, etc.

.A España no llega este movimiento hasta que el poeta nicaragüense Rubén Darío la visita en 1892 y publica Prosas profanas (1896), obra que significa el triunfo de la concepción modernista.

El Modernismo hispánico realizó una especie de síntesis de Parnasianismo y de Simbolismo. Del primero viene el gusto por la perfección formal, los temas exóticos y los valores sensoriales. De los simbolistas recogen el arte de sugerir (utilizando los símbolos) y la musicalidad. Respecto a la literatura española, los modernistas peninsulares consideraban que las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer son el antecedente directo de simbolismo y, por ello, es éste el único autor romántico al que imitan. También sienten, y en esto coinciden con los autores de la Generación del 98, una especial predilección por la poesía tradicional y autores como Berceo, el Arcipreste de Hita o Jorge Manrique.

2.1. Características de Modernismo

Por encima de todo, el Modernismo está presidido por la búsqueda de la belleza. Es como dijo Juan Ramón Jiménez “el encuentro de nuevo con la belleza, sepultada por un tono general de poesía burguesa”. De ahí que haya en estos poetas ciertos tonos de aristocracia espiritual y exquisitez opuestas a la ordinariez burguesa. Veamos a continuación los rasgos más característicos del Modernismo en temas, métrica y estilo.

2.1.1.Temática

El Modernismo comparte varios aspectos con la temática del Romanticismo, pues en su mayoría los modernistas son autores que van a sentir una profunda desazón, un rechazo parecido al que habían experimentado los románticos ante el mundo en el que les había tocado vivir. Los temas más frecuentes son los siguientes:

  • Escapismo. El rechazo de la realidad provoca en los modernistas la creación de mundos ideales de deslumbrante belleza (influencia del Parnasianismo) por medio del sueño y la imaginación. La evasión puede ser espacial ( a mundos exóticos como China, Japón, India...) o temporal (época clásica, Edad Media, Renacimiento...). Este universo idílico y refinado aparece poblado de dioses, princesas, musas, ninfas, mandarines, odaliscas... que viven en jardines, castillos, pagodas y palacios de ensueño con sus estanques, sus cisnes, sus pavos reales...
  • Cosmopolitismo. El poeta se siente ciudadano del mundo y considera a Paris como capital de ese mundo refinado que imagina y desea. Huye del provincianismo, típico del Realismo y busca lo aristocrático y lo exquisito.
  • Amor. Aparece de manera delicada e idealizada y se sublima a la amada, aunque es casi siempre un amor no correspondido. Por otro lado, los poetas modernistas son los primeros en introducir referencias sensuales y eróticas en sus composiciones, pues evocan la sensualidad y el goce físico del amor.
  • Indigenismo. Historia, paisajes y héroes hispanoamericanos se incorporan a la estética modernista ya sea como una forma de escapismo hacia la época precolombina, ya como un intento de encontrar sus propias señas de identidad.
  • Lo hispánico. Se hace una defensa de lo español para acentuar las diferencias respecto a los norteamericanos.
  • Angustia existencial. La amargura del presente, el hastío, la angustia, la melancolía del pasado y la incertidumbre ante el futuro están muy presentes en los modernistas, que adoptan en sus composiciones un tono triste, nostálgico y melancólico. Por eso hay un gusto por lo otoñal y lo crepuscular, y por paisajes que son símbolos de la intimidad dolorida.

2.1.2. La métrica

La búsqueda de la belleza y de la musicalidad lleva a ampliar los ritmos y las formas métricas:

- Utiliza estrofas tradicionales (sonetos, silvas, romances) con metros atípicos (eneasílabos y dodecasílabos)

- Naturalmente se siguen utilizando los versos más consagrados, pero se emplean también versos antes pocos usados como el dodecasílabo y el eneasílabo y sobre todo el alejandrino (14 sílabas separadas en dos hemistiquios de siete).

- Fundamental es el gusto por la versificación basada en pies acentuales o rítmicos (conjunto de sílabas en torno a un acento), especialmente los ternarios, con su marcado ritmo:

  • Dáctilos (óoo): “Ínclitas razas ubérrimas ...”
  • Anfíbracos (oóo): “Ya se oyen los claros clarines.”
  • Anapestos (ooó): “Parlanchina, la dueña, dice cosas banales”

2.1.3. Estilo

Hay que insistir en la profunda renovación del lenguaje poético que supuso el Modernismo. Esa búsqueda de la belleza no se limita a los temas y a la métrica, sino que se extiende también al estilo. Se amplían muchísimo los recursos expresivos. Las innovaciones estilísticas pueden sintetizarse así:

  • Los recursos fónicos son variadísimos: así, la aliteración o repetición de ciertos sonidos (“bajo el ala aleve del leve abanico”); o la armonía imitativa o correspondencia entre fonemas y sonidos naturales (“está mudo el teclado de su clave sonoro”).
  • El léxico se vuelve refinado y se enriquece con términos cultos, exóticos y evocadores, (así pues, muestra un paisaje poblado de cisnes, lotos, diosas, ninfas, palacios, dragones, princesas...)A ello se añade la abundante adjetivación, una veces ornamental y plástica, otras veces cargada de valores sentimentales.
  • Las imágenes se emplean con maestría. Los símbolos son muy importantes.
  • Se buscan efectos sensoriales. El predominio de lo sensorial se manifiesta en la aparición del color en todas sus gamas y las frecuentes sinestesias (asociación de sensaciones diversas como “sol sonoro” o “sombra azul”.)

2.2.Poetas modernistas

2.2.1. Rubén Darío

Nació en Nicaragua en 1867. Asimila pronto las nuevas tendencias poéticas francesas: a los veintiún años alcanza su primer éxito con Azul. En 1892, cuarto centenario del Descubrimiento de América, viene a España y conoce a nuestros principales escritores. Vuelve en 1899, siendo ya conocido como la máxima figura del Modernismo, y comparte sus preocupaciones ante el Desastre del 98. Desde 1900, como diplomático vive en Paris, en Madrid de nuevo, y viaja por Europa y América. Murió prematuramente en 1916.

Sin Rubén Darío no podría explicarse la evolución de la poesía española del siglo XX. Tanto los hermanos Machado como Juan Ramón Jiménez reconocieron su influencia. Y los poetas de la generación del 27 también lo admiraron.

Principales obras

- Tras varias obras primerizas, en 1888 publica Azul. Su maestría es ya patente en los poemas a las cuatro estaciones o en sus sonetos escritos en alejandrinos.

- La consolidación de la estética modernista se da con Prosas profanas (1896), su libro más brillante y vitalista. Son inolvidables poemas como la Sonatina o Divagación. Aparecen temas hispanos: Al maestre Gonzalo de Berceo, etc.

- Otra cima de su obra son los Cantos de vida y esperanza (1905). Es un libro en varias partes. En las dos primeras, dominan los poemas de tema hispánico: Letanía de Nuestro Señor Don Quijote, poemas a Cervantes, Góngora, Velázquez, Goya... Y hay poemas políticos, en los que, tras el 98, manifiesta su fe en los pueblos hispánicos (Salutación del optimista) o denuncia la influencia creciente de los Estados Unidos (Oda a Roosevelt). En la tercera parte del libro, titulada Otros poemas, hay un profundo cambio: aparecen ahora tonos graves, la inquietud, la amargura y la angustia existencial: “Lo fatal”, “Yo soy aquel que ayer no más decía...”, “Canción de otoño en primavera”, etc.

Estética

Gran parte de las innovaciones temáticas y formales del Modernismo fueron introducidas por él. Logró, además, la síntesis definitiva entre el parnasianismo y lo simbolista.

La temática de sus poemas aborda asuntos muy variados: exotismo, afán por evadirse de la realidad, cosmopolitismo, sensualidad, ascetismo, intimismo, indigenismo y también el mundo hispánico.

En cuanto a la forma, Rubén Darío enriquece el léxico y revoluciona la métrica. Siempre asombra su dominio de las más diversas formas. Sus deslumbrantes imágenes, su fuerza sensorial, su musicalidad y luminosidad son extraordinarias.

2.2.2. Juan Ramón Jiménez

Vida y personalidad

Nació en Moguer (Huelva) en 1881. Su vocación poética es temprana. En 1900 se va a Madrid a luchar por el Modernismo. La muerte de su padre le produjo una profunda crisis que le obligó a un largo retiro en Moguer. En 1911 regresa a Madrid. En 1916 se casa con Zenobia Camprubí. Su influencia y magisterio poético empiezan a ser considerable. Con la Guerra Civil (1936) se exilia a América, donde es profesor en varias universidades. En 1956 se le concede el Premio Nóbel, que no recoge personalmente porque días después muere su mujer. Muere en Puerto Rico en 1958.

Fue un hombre de un temperamento depresivo y de una sensibilidad extrema, pero, sobre todo, es el modelo de poeta consagrado por entero a su obra. Fue el máximo poeta de la generación de los 14, pero ejerció un magisterio decisivo en los poetas del 27.

Poética

Para Juan Ramón Jiménez, la poesía es belleza (expresión de todo lo bello), un modo de conocimiento (algo que permite profundizar en la esencia de la realidad) y expresión de un anhelo de eternidad (la posesión inacabable de la Belleza y la Verdad). Además, es el modelo del poeta minoritario, por su exigencia estética y la creciente dificultad de su poesía. Es famosa su dedicatoria. “A la minoría, siempre.”

Trayectoria

Por edad, Juan Ramón Jiménez pertenece a la generación del 14, pero, por su precocidad, comenzó militando en las filas modernistas. Sin embargo pronto superó el Modernismo hacia una nueva poesía. Siempre manifestó una excepcional inquietud renovadora. De ahí que su obra sea un resumen de medio siglo de poesía española: postromanticismo, modernismo, poesía pura y vanguardismo. El mismo redujo su evolución a las tres fases siguientes:

1)Época sensitiva (1900-1915). En esta época hay que distinguir una primera fase, de poesía pura (en el sentido de sencilla) en la que escribe composiciones de carácter romántico y tono muy intimista, muy influido por Bécquer y Rosalía de Castro. El principal libro de estos años es Arias tristes (1901) , Luego, empieza a cultivar una poesía de efectos sensoriales, ritmos intensos y otras características típicas del modernismo, aunque de tono intimista. Entre los libros más importantes destacan La soledad sonora y Sonetos espirituales escritos de 1908 a 1915. A esta etapa pertenece el tan conocido libro de prosa poética Platero y yo (1914).

2) Etapa intelectual (1916-1936). Su afán de renovación le lleva hacia una “poesía pura o desnuda”. Desaparecen el léxico modernista, la adjetivación sensorial o los ritmos sonoros, para dejar paso a una concentración conceptual y emotiva y así encontrar, como él mismo confesó, “el nombre exacto de las cosas”. Es una etapa nueva y personalísima en la que crea su propio léxico y utiliza su propia ortografía. Abre esta etapa en 1916 el Diario de un poeta recién casado, libro fundamental en la poesía del siglo XX. Siguen libros como Eternidadesy La estación total.

3) Etapa suficiente o verdadera. (1936-1958). Son las últimas composiciones escritas desde el exilio. Se caracterizan por alcanzar la máxima depuración y profundidad, que desemboca en lo metafísico e incluso en un cierto misticismo (dialoga con un Dios que el identifica con la Naturaleza o la Belleza absoluta). En esta etapa escribe En el otro costado (1942) y Dios deseado y deseante (1949).

2.2.3. Otros escritores modernistas

- Manuel Machado. Buen conocedor de Rubén Darío, los simbolistas y parnasianos, compone una lírica más ágil y grave, no tan grandilocuente. Sus obras principales son Alma, Apolo y Cante hondo, en los que también influye el folclore andaluz. En sus poemas ensalza la vida bohemia, el casticismo, los amoríos superficiales y los personajes de la historia de España.

- Antonio Machado, que por edad pertenece a la generación siguiente, cultivó en su primera etapa la lírica modernista

- Las Sonatas de Ramón María del Valle-Inclán son una excelente muestra de prosa poética modernista.

 - En Hispanoamérica destacan el cubano José Martí, el mejicano Amado Nervo y el argentino Leopoldo Lugones.

3.La Generación del 98

3.1. Autores y su trayectoria

Ya hemos visto que el “desastre del 98”constituyó un fuerte aviso para que muchos espíritus cobraran conciencia de la decadencia del país, se analizaran sus causas y se buscaran soluciones. Es lo que harán los escritores de la generación del 98.

Esta etiqueta se ha aplicado tradicionalmente a un grupo de escritores de finales del siglo XIX, coetáneos de los modernistas, que tienen en común unas preocupaciones similares respecto a la realidad social, histórica y cultural del momento clave de la historia de España que les tocó vivir, al margen de sus diferencias individuales. Son Miguel de Unamuno, Pío Baroja, José Martínez Ruiz “Azorín” y Ramiro de Maeztu. Veamos sus trayectorias:

En su juventud se relacionan con movimientos revolucionarios. Unamuno y Maeztu comparten ideales socialistas. Baroja y Azorín se declaran próximos al anarquismo.

En 1901, Azorín, Baroja y Maeztu forman el “Grupo de los tres” y publican un Manifiesto en el que denuncian la descomposición política y moral de España, pero ahora ya no confían en las doctrinas políticas revolucionarias, sino que se aproximan a posturas reformistas. Unamuno, que también ha abandonado el socialismo, les promete algún apoyo, pero les confiesa que le interesan pocos los asuntos sociopolíticos y que ahora le preocupan más los problemas espirituales del pueblo español. Aquella campaña supuso un fracaso y un hondo desengaño. El grupo se deshizo y cada cual seguiría su propio camino.

En 1910, todos estos autores ya han abandonado el radicalismo juvenil y lo que les queda son vagos anhelos idealistas. Además en ese momento empiezan a adquirir especial importancia las preocupaciones existencialistas (el sentido de la vida, el destino del hombre...) y el tema de España pero no desde un punto de vista material sino espiritual ( a Unamuno le preocupa el “alma” de España).

Su evolución ideológica es curiosa. Unamuno se debatiría toda su vida entre sus intimas contradicciones. Baroja se recluye en un radical escepticismo. Azorín derivó desde el escepticismo hasta posturas más tradicionalistas y conservadoras. Más profundo fue el giro de Ramiro de Maeztu, que terminó apoyando a los partidos de una derecha cercana al fascismo.

Los casos de Ramón María del Valle-Inclán y de Antonio Machado son especiales ( a veces se les ha emparentado con los noventayochistas):

  • Antonio Machado incorpora preocupaciones típicas del 98 en su libro Campos de Castilla (1912); pero pronto evolucionó hasta posturas más avanzadas. Lo inverso, pues, de los autores citados.
  • Valle-Inclán es tradicionalista en su juventud; más tarde, también deriva hacia un progresismo radical. Su dura actitud crítica hizo que alguien lo llamara “hijo pródigo del 98”; pero, en realidad, está en una línea muy distinta y personal.

3.2. Características de la Generación del 98

Temática del 98

Los miembros de la Generación del 98 manifiestan dos grandes preocupaciones en sus obras: el tema de España y los problemas existenciales.

  1. A) España

Es, desde luego, tema central de los escritores de este grupo. En sus páginas se mezclan el dolor y el amor por España. Denuncian su atraso y buscan soluciones para forjar una España distinta de la consagrada por los tópicos. Así pues, son herederos de la inquietud que ya muchos intelectuales habían manifestado desde hacia siglos. Estos escritores siguen la tradición de crítica al país que ya aparece en El Lazarillo de Tormes y que continuaron autores como Francisco de Quevedo, Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos, José Cadalso y Mariano José de Larra.

Los noventayochistas rechazaron la política del momento y sobre, la vulgaridad y el espectáculo deprimente de la sociedad. Exaltaron, en cambio, lo que llamaron “una España eterna y espontánea”; de ahí su interés por el paisaje, por la historia y por la europeización del país.

  • El paisaje. Todas las tierras de España fueron recorridas y descritas por ellos. Junto a su crítica del atraso, hay, cada vez más, una exaltación de los pueblos y del paisaje, sobre todo de Castilla, en cuyo pobre y austero paisaje descubre el núcleo de España. No reflejan el paisaje de forma realista y objetiva (como los habían hecho los autores del Realismo), sino subjetivamente. De este modo, desean captar su alma, y a través de ella, la de Castilla y la de la verdadera España.
  • La historia. Es otro de los campos de sus meditaciones. Al principio, buscaban sobre todo en el pasado las raíces de los males presentes. A partir de 1905 también indagan en el pasado para encontrar los valores permanentes de Castilla y de España, tanto en la cultura como en los hombres. Y debe destacarse que más que la historia externa (conflictos, conquistas reyes, batallas...) les atrajo lo que Unamuno llamó la intrahistoria, es decir, la vida callada de los hombres que, con su labor diaria, son los que han protagonizado la verdadera historia de España.
  • Anhelo de europeización. El profundo amor por España los lleva a desear la europeización del país: la apertura hacia Europa pero revitalizando los valores propios del pueblo (casticismo).
  1. B) Los problemas existenciales

Ocupan un lugar muy importante en los noventayochistas. Y hay que situarlos en las crisis de fin de siglo: el malestar vital y la inquietud casi romántica de los modernistas estarán presentes en estos escritores. Ellos mismos o sus personajes se preguntarán sobre el sentido de la existencia humana, sobre el paso del tiempo, sobre la muerte, etc. Y son frecuentes los sentimientos de hastío de vivir o de angustia.

Estrechamente ligado a ello está el problema religioso. Estos escritores fueron agnósticos en su juventud. Baroja lo sería toda su vida. Unamuno, en perpetua lucha entre la razón y su búsqueda de Dios, fue un temperamento profundamente religioso, pero angustiado y fuera de la ortodoxia católica. Azorín y Maeztu, en cambio, adoptaron con el tiempo posiciones católicas tradicionales.

El estilo

Los autores del 98 contribuyeron decisivamente a la renovación literaria de principios de siglo. Reaccionaron, a la vez, contra el retoricismo y el prosaísmo de la literatura inmediatamente anterior. Claro es que, dada la fuerte personalidad de cada uno, sus estilos se hallan claramente diferenciados. Pero como notas comunes podemos señalar cierto ideal de sobriedad (contra el retoricismo), pero también un gran cuidado de la forma (contra el prosaísmo).

Otro rasgo común importante es el gusto por las palabras tradicionales y la expresión popular. Unamuno, Azorín, etc. recogieron muchas de ellas en los pueblos o en los clásicos, llevados de su amor a la lengua y cultura española.

También son importantes sus innovaciones en los géneros literarios. Ante todo, el grupo del 98 configuró el ensayo moderno, haciéndolo apto para recoger las más variadas reflexiones o vivencias. Y la novela también se enriqueció con nuevas técnicas.

3.3. La novela del 98

3.3.1. Características de la novela del 98

Los autores de la Generación del 98 optan por una narrativa que rompa con la estética realista y naturalista. Y ello se manifiesta, sobre todo, en dos cosas: a) subjetivismo: ya no satisface la reproducción objetiva de la realidad; ésta aparecerá fuertemente teñida por la sensibilidad personal; y b) clara preocupación artística, con el propósito de renovar las formas de narrar y el estilo.

La publicación en 1902 de Camino de perfección de Pió Baroja, Amor y Pedagogía de Miguel de Unamuno y La voluntad de Azorín marca un cambio de estilo y de tono en la narrativa española de principios de siglo, hasta entonces dominada por la narrativa realista (Galdós, Blasco Ibáñez...).

En los tres narradores más destacados de la Generación del 98 podemos constatar estos aspectos comunes:

1) Temática: los problemas existenciales

Sus novelas reflejan los grandes temas de la Generación del 98, sobre todo los problemas existenciales que atenazan a los protagonistas (la lucha por la supervivencia, la angustia ante la muerte, la fugacidad de la vida...).

2) Estructura atípica

 Estas obras no siguen la estructura tradicional de la novela. Así, algunas de ellas son una serie de episodios, anécdotas y digresiones donde aparecen y desaparecen personajes (Baroja), o bien narraciones planteadas a partir de supuestos previos filosóficos (Unamuno) o simplemente, estampas superpuestas sin apenas acción que las enlace y con predominio de la descripción (Azorín).

3) Protagonistas marcados por el pesimismo

Los protagonistas son antihéroes, marginados sociales que luchan por sobrevivir (Baroja); o personajes frustrados que caen en el más hondo pesimismo ante lo absurdo de la propia existencia (Unamuno y Azorín).

4) Estilo sobrio

El estilo literario es, en definitiva, sobrio y antirretórico y al mismo tiempo cuidado; en definitiva, la sencillez y la agilidad narrativas están al servicio de la amenidad y de la exposición ideológica. Se acentúa el subjetivismo.

Veamos cuáles son los rasgos de la producción novelística de Baroja, Unamuno y Azorín.

- Pío Baroja fue toda su vida un inconformista radical que se preocupó por el dolor humano desde una perspectiva pesimista. La construcción de sus novelas es muy libre: en ellas, se van mezclando episodios, anécdotas, digresiones, de donde aparecen y desaparecen los más variados personajes. Para reflejar la vida con toda su espontaneidad, combina perfectamente la invención y la observación. La acción es muy variada y la pintura de personajes y ambientes es magnifica, pero de sus páginas se desprende su pesimista concepción de la vida. Sus personajes son frecuentemente seres al margen de la sociedad o enfrentados con ellos; a veces, criaturas marcadas por la desorientación existencial o la frustración; a veces, hombres de acción que quieren escapar de la mediocridad cotidiana. Su prosa es espontánea, agilísima, fluida y amena, con absoluto predominio de la frase corta y el párrafo breve. Las descripciones son breves pero muy gráficas y el diálogo destaca por su autenticidad. Su producción abarca más de sesenta novelas, 22 de las cuales forman la serie Memorias de un hombre de acción. Una buena parte de ella se agrupa en trilogías. Destacaremos entre sus obras Zalacaín el aventurero (1909) y El árbol de la ciencia (1911).

- Miguel de Unamuno expone temas como la preocupación por el ser humano, su inmortalidad y su ansia de hallar a Dios. Da importancia a las personas anónimas que también protagonizan la intrahistoria. Su técnica novelesca mezcla la novela, el ensayo y el humor. Con sus “nivolas” intentó renovar las técnicas narrativas. Niebla (1914) y San Manuel Bueno, mártir (1933) son algunos de sus relatos más célebres.

- Jose Martínez Ruiz “Azorín” es un espíritu nostálgico que vive para evocar. Su obra es la que menos se asemeja a la novela. Los temas que predominan en sus obras son sus recuerdos de infancia y juventud, sus evocaciones de tierras y hombres de España y sus pinturas de paisajes. Son inolvidables sus visiones de Castilla: tanto sus aspectos físicos como su alma. Azorín decía que “el paisaje somos nosotros”. Esa sintonía entre alma y paisaje es muestra del subjetivismo noventayochista. De ahí el fino lirismo de sus descripciones. Hace gala de un estilo sencillo, claro y ágil, con un vocabulario preciso. En sus descripciones emplea una técnica miniaturista: atención al detalle cargado de sugerencias. Sus novelas, con un argumento muy débil, parecen meros pretextos para unir pinturas de tipos y ambientes. Escribió, entre otras, La voluntad (1902) y Antonio Azorín (1903).

3.3.2. El árbol de la ciencia

El árbol de la ciencia (1911) es una de las obras más representativas de Baroja, puesto que en ella se ponen de manifiesto tanto la personalidad del propio escritor como las inquietudes de los hombres del 98. Esta novela pertenece junto con La dama errante (1904) y La ciudad de la niebla (1909) a la trilogía La raza.

Estructura. Está dividida en siete partes, cuyos numerosos y muy breves capítulos cuyos títulos (al estilo de la novela del XIX) son significativos de su contenido. Presenta una estructura simétrica ya que podemos dividirla en dos bloques (I-III y V-VII) separados por una larga conversación filosófica entre el protagonista y su tío, el doctor Iturrioz (IV). En el primero de ellos se narra la vida como estudiante de medicina de Andrés Hurtado. A través de su familia, profesores, condiscípulos y amistades diversas, Baroja traza una despiadada radiografía del Madrid de finales del siglo XIX.

En el segundo se nos cuenta la estancia de Hurtado como médico en Alcolea, pueblo manchego ficticio (aprovechada para mostrar la penosa situación del campesinado: caciquismo, ignorancia, desidia, resignación), el retorno a Madrid y, finalmente, su matrimonio.

El intermedio filosófico (IV) descansa en el diálogo directo (es, por lo tanto, radicalmente diferente al resto de la novela, ya que en ella predomina la narración en tercera persona) y contrapone el pragmatismo anglosajón (defendido por el doctor Iturrioz) al idealismo alemán, que tiene como defensor a Andrés Hurtado.

A lo largo de cada uno de ellos, el autor narra: 1) la vida de Andrés Hurtado en la España del siglo XIX, primero como estudiante de Medicina en Madrid (ambiente urbano) y luego durante su estancia en Alcolea del Campo (ambiente urbano); 2) sus angustias, anhelos y sus intentos por entender la existencia; 3) y su fracaso final. La vida del protagonista está construida de forma fragmentaria, puesto que Baroja selecciona incidentes y anécdotas.

Técnica narrativa. Predomina la narración, excepto en la parte IV. Nos encontramos en la novela a un narrador omnisciente que nos presenta no sólo los hechos sino que también se introduce en el interior del protagonista para mostrar sus pensamientos, sus inquietudes y preocupaciones. El protagonista, Andrés Hurtado, es el “alter ego” de Baroja. Sus experiencias como estudiante y como médico rural en Alcolea del Campo y sus reflexiones acerca de la existencia humana nos permiten conocer la actitud pesimista de Baroja ante la vida y su postura negativa ante la sociedad de la época.

Argumento. Andrés Hurtado es un inadaptado en el mundo en que vive. Su vocación por la medicina es nula y el medio familiar le es adverso. Termina su carrera de Medicina en Madrid y se traslada a Alcolea del Campo como médico rural. El protagonista de la novela, automarginado cada vez más de la sociedad, acaba casándose con Lulú (a quien había conocido en su época de estudiante) e intenta encontrar en la chica su tabla de salvación. Sin embargo, el amor que siente hacia ella es demasiado intelectual y termina también en el fracaso: cuando Lulú da a luz un niño muerto, la frustración total de Andrés le lleva, finalmente, al suicidio, desenlace desagradable pero muy barojiano de la novela.

Finalidad. Baroja, lleno de un profundo pesimismo (típico de la generación del 98), 1) esboza un retrato crítico de la sociedad de finales de siglo XIX y 2) también nos transmite los sentimientos de la España de 1898 (la desesperanza moral, el desasosiego y la desorientación).

Ese retrato tiene como finalidad la crítica de 1) la pobreza cultural, 2) las lacras, la maldad y la injusticia social, 3) la inmovilidad del mundo rural, y 4) la apatía del mundo urbano. El retrato de la España del 98 se nos presenta en un doble nivel (social y humano)

Nivel social. Todos los núcleos de la sociedad están enfermos:

  1. La familia de Andrés: 1) no tiene madre; 2)Andrés y su padre (don Pedro Hurtado) están siempre discutiendo; 3) y Andrés, en un principio, no puede aguantar a su hermano menor, Luis, pero cuando Andrés y Luis comienzan a hacerse amigos, el padre y la hermana de Andrés no respetan el diagnóstico ni las ordenes de Andrés para cuidar a su hermano enfermo y Luis muere.
  2. El amor: 1) las parejas no funcionan; 2) un compañero de estudios de Andrés (Antoñito) engaña a pobres mujeres, a las que, luego, abandona por otras; 3) la mujer de la casa donde se hospeda Andrés en Alcolea es muchas veces maltratada por su marido, inculto y brutal; y 4) al final, Andrés se casa con Lulú, pero su felicidad dura poco: su mujer muere dando a luz a un niño muerto.
  • La sociedad y la política: 1) las relaciones humanas carecen de humanidad (por ejemplo, entre compañeros y profesores en la universidad) y están llenas de insolidaridad e injusticia 2) hay una visión degradada de personajes y ambientes; 3) hay un retrato ácido de la vida política en las pequeñas localidades del mundo rural (los partidos funcionan como clanes y tribus; sus nombres – los Ratones y los Mochuelos – indican repugnancia y animalidad en las relaciones sociales; se critica el caciquismo; y liberales y conservadores son presentados iguales – por eso, Andrés es apolítico); y 4) se nos describe la reacción de la sociedad española durante la guerra de Cuba: la prensa está desinformada, es nacionalista y xenófoba; hay una histeria nacionalista y belicista en la calle y el fracaso de la guerra hace aumentar el cinismo de los ciudadanos.

Nivel humano. La evolución ideológica y psicológica de Andrés va paralela a la de muchos españoles de su época:

1) Desde un principio, Andrés busca un líder espiritual, un mentor. Lo encuentra en la persona de su tío Iturrioz, médico. De sus conversaciones salen las angustias, problemas y anhelos del protagonista. 2) Andrés forma su espíritu con lecturas de filósofos. Muy influido por Schopenhauer tiene una visión pesimista de la humanidad, ya que piensa que el hombre es un juguete de la naturaleza y que el conocimiento da dolor. 3) Tampoco la ciencia de Andrés puede evitar la muerte de su hermano, ni de su hijo ni de su mujer. 4) El fracaso existencial le lleva al suicidio

3.3.3. Niebla

Figura Unamuno entre los más decididos renovadores de la novela a principios de siglo. A él la novela le sirve para la expresión de los conflictos existenciales. Unamuno está preocupado por el hombre de carne y hueso, por sus angustias y problemas, por el sentido trágico de su existencia. En sus obras plantea el pavoroso problema de la personalidad y la existencia humana; si uno es lo que es y seguirá siendo lo que es; la tensión entre el ser o la nada. En definitiva, el problema de Dios y de la inmortalidad, el saber si moriremos del todo o no.

Con Niebla (1914) inicia lo que él denominó nivolas: frente a la novela realista presenta nuestro autor el enfrentamiento de las almas, de las pasiones humanas, sin paisajes, ambientes ni costumbres. Otras nivolas son: Abel Sánchez (1917), La tía Tula (1921) y San Manuel Bueno, mártir (1933). Estos son los rasgos de las nivolas:

1) Desnudez narrativa. No encierran descripciones, ni pintura de costumbres. Apenas incluyen ambientación relativa al lugar o la época en la que se desarrollan. De esta forma, se acentúa su carácter abstracto. Son, como dice su creador, dramas íntimos, en esqueleto, con los que se pretende dar el espíritu, para que el lector que los vista con la realidad revelada por su fantasía.

2) Protagonista individual con un escaso desarrollo psicológico. Estos personajes sueles estar caracterizados por un único rasgo de su personalidad.

3) Presentan problemas existenciales y, sobre todo, el «problema» por excelencia: el de la insaciable necesidad del hombre de no dejar de existir y de ser, de no morir del todo.

4) La novela se presenta como método de conocimiento, ofreciendo una mezcla de perspectivas.

5) El diálogo tiene la máxima importancia en la novela.

6) Tienen una estructura abierta con posibilidad de varias lecturas, forzando la participación intelectual del lector.

7) Anticipan muchas de las características de la narrativa contemporánea: monólogo interior, opacidad del personaje, novela en o de la novela..., etc.

Niebla plantea el problema de la existencia y la personalidad. Augusto Pérez, un joven rico y licenciado en Derecho, hijo único de madre viuda, al morir ésta no sabe qué hacer con su vida. Un día que va caminando sin rumbo conoce a una guapa joven pianista, Eugenia. Se enamora o cree enamorarse de ella y trata de conseguir se amistad, cosa que efectivamente consigue. Su cortejo es al comienzo rechazado por Eugenia, quien aclara a Augusto que ella ya tiene un novio, llamado Mauricio. Ante la respuesta de Eugenia, Augusto entabla una relación amorosa con una de sus sirvientas ocasionales, la señorita que le planchaba, Rosario. Después de algunas peripecias, Eugenia (movida, al parecer, por los celos y una ruptura con Mauricio) decide aceptar a Augusto como novio y futuro esposo. Se fija el día de la boda, pero antes que ésta se realice, Augusto recibe una carta de Eugenia, en la que le dice que no se casará con él y que se irá a provincias con Mauricio. Ante esto, Augusto decide suicidarse, pero antes decide ir a Salamanca a ver a Unamuno, con quien sostiene un dialogo memorable, en el que el autor hace el papel de Dios y Augusto el de criatura. Augusto recibe de Unamuno-Dios la revelación de que él, Augusto Pérez, no existe, sino que es una criatura de ficción y que está destinado a morir, no a suicidarse como él pensaba. Ante esto, Augusto se rebela, discute el carácter efectivamente real de Unamuno-Dios, lo desafía y le recuerda que él, Don Miguel, y todos lo que lean, también han de morir. Abandona Salamanca muy confundido (dejando también muy perturbado a don Miguel), vuelve a su casa y Dios-Unamuno deja de soñarle, es decir, se muere.

Niebla reitera la ética vital de Unamuno: los humanos deben luchar y rebelarse contra su creador, si existe; sólo esta actitud devolverá a la existencia humana una cierta dignidad, puesto que, de este modo, y como mínimo, convertiremos en una injusticia monstruosa nuestra muerte arbitraria.

3.4. La poesía del 98

3.4.1. Características de la poesía del 98

Los autores de la generación del 98 valoran la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, dos románticos que se esforzaron por expresar el auténtico yo poético. Admiran también la literatura tradicional castellana y la del Siglo de Oro, revalorizando a poetas como Berceo y Góngora, de quien reivindican su faceta más popular representada por los romances y las letrillas.

Las características de la poesía cultivada por estos escritores son:

  • La temática gira en torno a dos preocupaciones: España y el sentimiento trágico de la vida. De la primera deriva el interés por el paisaje castellano y la actitud crítica al atraso de la nación española; en la segunda podemos incluir el paso del tiempo, la muerte, los sentimientos y los recuerdos, y la búsqueda de Dios.
  • El lenguaje poético está marcado, como en los otros géneros literarios de este grupo generacional, por la voluntad antirretórica. Esto quiere decir que rehuyen la grandilocuencia y se decantan por la sobriedad y la sencillez.

3.4.2. Autores

3.4.2.1. Miguel de Unamuno

Su poesía es reflexiva y se preocupa por temas como el sentido de la vida y la muerte, la existencia de Dios y el tema de España, abordado a través del paisaje castellano o bien por medio de los problemas que padece el país. Concede más importancia al fondo que la forma y por ello evita el uso de recursos literarios complejos. Las paradojas, las antítesis y otros juegos conceptuales son típicos de su estilo poético. Entre sus libros de poesía podemos citar El Cristo de Velázquez (1920) y Romancero del destierro (1928).

3.4.2.2. Antonio Machado

Vida

Nació en Sevilla en 1875. A sus ocho años se instala en Madrid. En 1907 se va a Soria como profesor de francés. Allí se casa con Leonor, una muchacha de 16 años. Pasan un año en Paris, pero ella enferma de tuberculosis. Y muere en 1912. Antonio, desesperado, deja Soria. Ejerce en Baeza, Segovia y Madrid. Firme partidario de la República, se exilia poco antes del final de la guerra civil en enero de 1939 a Francia, donde muere un mes más tarde.

Su estética

Su poesía tiene una doble raíz: el romanticismo tardío (Bécquer y Rosalía) y el simbolismo. Ello lo situaba entre los modernistas, pero en una línea peculiar: más que los adornos sensoriales, le interesaba lo íntimo. Se propone expresar lo esencial, las realidades más profundas (del hombre, del mundo), sin desligarlas del tiempo (ya sea el tiempo de la propia vida, ya sea el de la historia). Por eso, incorpora preocupaciones propias de los noventaochistas.

Su lenguaje poético se va depurando progresivamente hacia la sobriedad y la densidad. En sus mejores momentos, le caracteriza la hondura y humanidad.

Su obra

Su primer libro es Soledades, que se publica en 1903 y se amplía en 1907 con el título de Soledades, Galerías y otros poemas. Es la cima del modernismo intimista. Machado escribe “mirando hacia dentro”, como “en un íntimo diálogo”. Le interesa apresar los temas y sentimientos universales que giran en torno al tiempo, la muerte, Dios; en suma, el problema de la condición humana. La soledad, la melancolía o la angustia llenan sus versos. Es, además, una poesía simbolista: así, temas como la tarde, el camino, el río o un árbol serán símbolos de realidades profundas, de estados de ánimo o de obsesiones íntimas.

En 1912 publica Campos de Castilla, donde la sensibilidad de Machado conecta profundamente con las tierras castellanas. Junto a temas ya conocidos, aparecen ahora paisajes y gentes de Soria y, además, meditaciones sobre la realidad española:

  • El paisaje parece, a veces, recogido objetivamente; pero pronto se percibe la sintonía entre paisaje y alma. Machado proyecta sus propios sentimientos sobre aquellas tierras y selecciona lo seco y árido, lo que sugiere soledad o fugacidad (obsesiones suyas).
  • Por otra parte, hay una actitud crítica en ciertos poemas que dan testimonio del atraso y la pobreza de Castilla y España. Aquí coincide Machado con la generación del 98.En poemas añadidos más tarde al libro, Machado ahondará en la crítica social, especialmente en versos escritos en Andalucía, donde las desigualdades e injusticias le parecen más hirientes.
  • También aparecen hondos poemas inspirados por la enfermedad y muerte de Leonor; y unas composiciones breves tituladas Proverbios y cantares.

El estilo, en Campos de Castilla, ha avanzado en el camino de la depuración. Sin eliminar del todo rasgos modernistas, el tono ahora es más seco, más sobrio.

En su última época destaca su tercer libro Nuevas canciones (1924). Hay en él paisajes, poemas de circunstancias, etc., pero los más curiosos son unos nuevos Proverbios y cantares, poemas brevísimos que encierran un pensamiento del autor o una paradoja. Las preocupaciones filosóficas de Machado han pasado a primer término. Su poesía posterior es escasa y no forma un libro. Sólo destacaremos Canciones a Guiomar y unas pocas Poesías de guerra.

3.5.El ensayo y la generación del 98

Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, y Angel Ganivet, autor de Idearium español (1897), representan la tendencia regeneracionista y europeizante que pretendía la modernización de nuestro país. Por eso son considerados precursores de la Generación del 98.

Los autores de esta generación cultivan extensamente el ensayo, ya que es idóneo para expresar sus opiniones y sus preocupaciones. Los temas que se abordan en este período son los mismos que se tratan en toda la generación del 98: el problema de España y el sentido de la vida humana.

Miguel de Unamuno aprovecha este subgénero didáctico para desarrollar un tema concreto, aportando juicios y apreciaciones personales. Trata el afán de lucha interna del ser humano en Del sentimiento trágico de la vida y el problema de España en En torno al casticismo y Vida de Don Quijote y Sancho.

Ramiro de Maeztu es partidario de la europeización de España. Destaca su ensayo La crisis del humanismo. José Martínez Ruiz “Azorín” centra sus ensayos en estampas de la vida española (La ruta de Don Quijote) y en la crítica literaria (Al margen de los clásicos).

3.6.El teatro a principios de siglo

El teatro adscrito a la Generación del 98 es más bien escaso. Este grupo, de cariz intelectual, desarrolló con más facilidad la poesía, el ensayo y la novela. Por esto, el teatro de estos escritores se reduce a algunas obras de Unamuno y Azorín. El grueso de la producción teatral de principios de siglo corresponde a autores costumbristas (Carlos Arniches, Jacinto Benavente y los hermanos Álvarez Quintero) y a Ramón del Valle-Inclán.

El teatro costumbrista, el más popular en España a principios de siglo, y la obra teatral de Valle-Inclán no pueden relacionarse con la literatura de la Generación del 98. Analicemos sus características:

3.6.1.Teatro costumbrista

Es continuador, en cierta manera, de la alta comedia del siglo XIX. En estas obras costumbristas hay sátira social (Jacinto Benavente) y preocupación por los problemas sociales que se intentan corregir (Carlos Arniches).

El teatro de Jacinto Benavente (premio Nobel de Literatura en 1922) critica a la aristocracia y a la alta burguesía y recoge tipos y valores sociales; el lenguaje es cuidado y los diálogos muy vivos. Su obra más conocida es Los intereses creados (1909).

Carlos Arniches retrata el ambiente madrileño popular con un lenguaje rico; los personajes presentan una sicología muy simple. Una de sus obras destacadas es La señorita de Trévelez (1916).

Los hermanos Álvarez Quintero captarán los ambientes y tipos andaluces.

3.6.2. Ramón María del Valle-Inclán

Vida

Nació en Villanueva de Arosa, Pontevedra en 1866. Sin terminar sus estudios de Derecho, se marcha a México en búsqueda de aventuras. De regreso, lleva en Madrid una vida bohemia. En 1899, a consecuencia de un herida recibida en una riña, pierde el brazo izquierdo. Es famoso por sus excentricidades, pero por debajo de ellas, está su inconformismo, la entrega rigurosa a su arte, sin ceder a las dificultades económicas, y una audaz búsqueda de nuevas formas. Murió en Santiago en 1936. Políticamente, fue primero tradicionalista, pero opuesto a la sociedad burguesa. A partir de 1915, da un giro radical: se sigue oponiendo a lo mismo, pero ahora desde posturas revolucionarias.

Su obra

Su amplia producción abarca todos los géneros. Y en todos se aprecia una profunda evolución, paralela a su cambio ideológico. Empieza con un modernismo refinado y nostálgico para luego pasar a una crítica disconforme con la realidad con un estilo radicalmente nuevo: el esperpento

  • La etapa modernista

Escribe entre 1902 y 1905 las Sonatas, cuatro novelas breves (Sonata de primavera, de Estío, de Otoño y de Invierno), que recogen las aventuras y amores del marqués de Bradomín, “un don Juan feo, católico y sentimental”, con una prosa rítmica, rica en efectos sensoriales, elegante y bellísima y una visión, entre nostálgica y distante, de un mundo refinado y decadente.

Escribe luego algunas de sus Comedias bárbaras (novelas dialogadas de ambiente rural gallego como Romance de lobos). La evolución continúa con la trilogía de novelas La guerra carlista (1908-1909), en el que se muestra el duro contrate entre el heroísmo y la brutalidad de la guerra.

Idéntica evolución se apreciará en su poesía, desde Aromas de leyenda (1907), modernista, a La pipa de kif (1919) de tonos esperpénticos.

  • La etapa de los “esperpentos

La consolidación de esta nueva estética se da en 1920 con la publicación de Luces de Bohemia, subtitulada “esperpento”. Con esta palabra (cuyo significado habitual era “persona o cosa extravagante o absurda”) designa Valle unas obras que se basan en una deformación o degradación de la realidad, como reflejada en espejos deformantes. Todo ello revela una visión ácida y violentamente disconforme con la vida del momento.

Sus rasgos son los siguientes:

  • Visión grotesca y deformada de la realidad. Pretende que el espectador tome conciencia de cómo es la sociedad. Efectúa una sátira de todos los tópicos y de la sociedad y, a su vez, de sí mismo y de la naturaleza humana. El autor se complace en degradar la realidad con una risotada que oculta su amargura.
  • Caricatura del héroe. Los protagonistas del esperpento son personas marginales que sufren a causa de situaciones injustas; se trata de antihéroes que parecen muñecos o marionetas más que seres humanos.
  • Estilo plástico e innovador. Los gestos adquieren un gran valor. Valle-Inclán tiene un sentido cinematográfico en la creación de escenas. El lenguaje del esperpento combina lo culto y lo popular, llegando incluso a lo áspero y soez, pero la prosa es siempre de una cuidadísima elaboración..

Luego apareceran otras obras cercanas a los esperpentos como el drama Divinas palabras situado en Galicia. Más distorsionados son los siguientes esperpentos recogidos con el título Martes de Carnaval. Y las mismas características tienen las novelas de la última época como Tirano Banderas (1926), historia esperpéntica de un dictador americano.

3.6.3. Luces de Bohemia

La obra recoge las últimas horas de la vida de Max Estrella, bohemio y patético poeta ciego, a quien acompaña su “lazarillo”, el estrafalario y vil don Latino. El tiempo de la obra transcurre en apenas 24 horas. Los doce primeros capítulos abarcan desde la salida por la tarde-noche, hasta la muerte de Max al amanecer, y los capítulos 13, 14, 15 se desarrollan en su velatorio y entierro, los cuales duran otras 12 horas. La acción transcurre en un Madrid decadente de 1920 y 1930. En estas quince rápidas escenas, casi con ritmo cinematográfico, se suceden variados episodios y recorremos diversos ambientes de la noche madrileña. Cada lugar representa una institución social cultural o política del país y en cada uno encontrarán personajes que tipifican diversas clases sociales.

Max vive con su mujer y su hija en una miserable buhardilla. Para aliviar su miseria va con don Latino a empeñar unos libros, pero luego se gasta el dinero en una taberna y en billete de lotería. Se encuentra con unos poetas modernistas, con los que critica todo, y en particular el gobierno. Es detenido por ello y pasará unas horas en un calabozo, junto a un preso anarquista que se sabe condenado. Siguen otros encuentros amargos. Y asiste en la calle a las terribles consecuencias de la represión policial contra una manifestación obrera: una madre que llora la muerte de su niño por una bala perdida. Poco después, llega la noticia de que han matado al preso anarquista al intentar fugarse. Max Estrella llega al colmo de la amargura y la exasperación. “Latino –dice –sácame de este círculo infernal”. Cuando la noche toca a su fin, Max muere en el portal de su casa, abandonado por don Latino. Su mujer y su hija, desesperadas y en la miseria, se suicidan. A la vez, nos enteramos de que ha salido premiado el billete de lotería que había comprado Max y que había ido a parar a manos de don Latino.

A lo largo de la obra, el autor ha criticado duramente a la bohemia, a los comerciantes, a los escritores, a los políticos... El conjunto compone un cuadro que revela la mirada crítica del autor y su característico humor ácido.

Rasgos de Luces de Bohemia

  • Se trata de una obra de teatro no convencional (como casi todas las de Valle), porque se sale de las normas clásicas de cualquier obra teatral. Así, la obra no está dividida en actos o jornadas, sino en escenas que representan un ambiente o aspecto de la sociedad.
  • Se mezclan y se confunden elementos de carácter trágico (los personajes, destruidos por la sociedad, están condenados a un final trágico y grotesco) con rasgos cómicos.
  • La desaparición del héroe para dar paso a la colectividad. A Valle-Inclán le interesa reflejar la historia de toda una sociedad.
  • Valor plástico y visual de las acotaciones. El autor plasma en ella su visión estética del mundo e integra otras artes como la pintura, el cine y la fotografía para sugerir al espectador o lector la idea del teatro como espectáculo total.
  • La deformación de la realidad para ahondar en el más profundo sentido de las cosas. Pretende poner de relieve lo grotesco, la inmoralidad de una sociedad cuyos móviles son la injusticia y la mentira.
  • Entre sus recursos se encuentran la sátira y el humor (muchas veces a través de la deformación de gestos y movimientos) la animalización y la aparición de citas y alusiones a figuras literarias.
  • Utilización de un lenguaje original que sirve de expresión a los grotescos individuos que aparecen en el texto. A diferencia de las acotaciones, Valle-Inclán recoge una variedad muy rica de términos que pertenecen al lenguaje coloquial, e incluso palabras de la jerga del hampa madrileña.
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Diskusia: La literatura de principios de siglo: el modernismo y la generación del 98

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